En la nochedel 22 de mayo de 1844, en una pequeña habitación de una casa de Shiráz, Irán, un joven invitado estaba sentado delante de su joven Anfitrión, que no era otro que el retorno de Elías para los judíos, el retorno de Juan el Bautista para los cristianos, Húshídar para los zoroastrianos, el prometido Qá’im para los musulmanes shí‘íes y el esperado Mahdi para los musulmanes sunníes. Más adelante sería denominado por Bahá’u’lláh "el Rey de los Mensajeros".
El joven invitado, el primero en recibir el nuevo Mensaje, se sentía como si se hubieran abierto los cielos ante él estando sentado en la habitación escuchando a la Manifestación de Dios. Nos cuenta que se encontraba "hechizado por Su expresión, ajeno a la hora", que parecía sentir "todas las delicias, todas las glorias inefables, que el Todopoderoso ha referido en Su Libro, las posesiones inefables del pueblo del Paraíso".
El invitado creyó y, fiel a la promesa que había hecho a su Señor, Le sirvió y propagó Su Mensaje con una fe y devoción inquebrantables.